lunes, 11 de abril de 2022

El sonido del silencio

- ¿Lo escuchas?- le dije, mientras depositaba el vaso de culo grueso lleno del negro néctar de los dioses con hielo sobre el posavasos. María me miró extrañada.
- Que si escucho ¿qué?- me respondió con el ceño fruncido.
- El silencio.- respondí con un deje de paciencia en la voz, como el que le está explicando algo por enésima vez a un niño pequeño. María miró hacia el cielo y las copas de los árboles, y un semblante de paz se le dibujó en la cara.
- Es verdad. Aquí el silencio es tan denso que se puede escuchar.- contestó tras unos minutos en los que las ensoñaciones recorrieron su mente.
- Cierto. Y eso no es bueno... algo está pasando. Ahora vengo.

Muchas cosas han cambiado en los últimos meses, y una de las más importantes (y maravillosas) es que mi actual trabajo me permite realizar mis labores de forma remota: el teletrabajo que tan de moda está después de la pandemia. No obstante, hay cosas que siempre están ahí, como ese sexto sentido que, con el tiempo, la experiencia y la ostias recibidas, hemos desarrollado todos los BOFHers, una especie de sentido arácnido (o, según Wardog, intuición femenina) que nos indica claramente que algo está pasando, y ese algo nunca es bueno.

Así pues, abrí la puerta corredera del porche y me metí dentro de la casa, bajé las escaleras trotando en dirección a mi Zulo™ y acelerando cada vez más el paso porque la gota de sudor que recorría mi espalda me estaba diciendo a gritos que si no actuaba a tiempo, esa noche me tocaría trasnochar. Encendí el monitor del PC y lo primero que comprobé fue el correo electrónico... nada relevante. 

Abrí la Intranet para dirigirme al panel de monitorización, con la esperanza de ver todo una plantación de tomates verdes... pero, ¡ay tonto de mi! ¿Cómo iban a estar todas las lucecitas en verde si mi sexto sentido BOFH me estaba tocando las trompetas? Efectivamente, en medio de líneas y líneas de luces verdes había una luz tomatera: el servidor Exchange, el correo electrónico de la empresa.

Huelga decir que, en la empresa en la que trabajo, todos los sistemas se han modernizado y adaptado a los nuevos tiempos del teletrabajo, de manera que ya no solo se le faciliten las cosas a los lusers sino también a los sysadmins. Así, tenemos prácticamente todo en la nube (como suele decir el $boss, "¡como en Google!", pero concretamente el servidor de Exchange es una de las cosas que todavía no se han migrado.

[Hace 2 años y pico, poco antes de que se decretara la famosa cuarentena]

- $Boss, ya he migrado el Sharepoint de la Intranet a AWS y estamos funcionando sin problemas.- le dije ufano al jefazo.
- Ahm, ¿y en cristiano?- el $Boss es el típico que le encanta presumir de moderno y de sus millonarias inversiones en tecnología (que no se lo cree ni él), pero luego no le saques del correo electrónico y de su página personal de la Intranet que le tuve que preparar leyendo datos de BI para que pueda ver sus gráficas de ingresos y demás mierdas.
- Que en cuanto migremos el correo electrónico, estaremos completamente en la nube y podremos prescindir prácticamente de todo lo demás. Aunque de eso quería yo hablarle...
- A ver, ¿cuánto me va a costar? Macho, siempre pidiendo más presupuesto.
- Nada que no estuviera ya presupuestado. El caso es que ahora nos sobra la hueva de servidores físicos, así que he pensado reutilizarlos para redundar todo lo que tengamos en la nube, no sea que haya problemas. Y antes de que diga nada, eso no le va a costar nada salvo trabajo por parte de IT.
- Pero si ya pagamos backups, con un uptime del 99,9% en todos los sistemas, ¿no?- hay que ver lo que le gustan los putos anglicismos a este hombre (lo de putos es porque yo los odio).
- Considere esto como el backup del backup. Paranoico que es uno.
- Nada nada, que una de las cosas por las que nos pasamos a la nube es por el consumo de electricidad, el impacto climático y toda esa mierda.
- Bueno, usted manda, pero que conste cuál ha sido mi recomendación al respecto (me voy a montar un macro servidor en plan Mr. Potato con todo lo que hay en el que montaré un ESXi con todos los servidores virtualizados igualmente). En fin, me voy a poner a migrar el Exchange, supongo que para el final del día ya tendré todo listo para iniciar la migración... eso sí, se perderá la conexión al correo electrónico durante unos minutos y todo el mundo tendrá que comenzar a utilizar la interfaz web en lugar del Outlook.
- ¿QUÉ? ¡Pero si me dijeron que tendríamos un compromiso de disponibilidad del 99,9%! ¿Y ya el primer día nos quedaremos sin email?
- Solo los minutos que dure la migración.
- Mira, no, para las máquinas, no podemos estar sin email- claro, como es prácticamente lo único que ÉL usa...- ya buscaremos un momento en el que hacerlo, cuando no haya tanto trabajo como ahora.
- Pero...-
- Ni pero ni pera, ya he tomado la decisión.
- Pos nah.

Y de esta manera, siempre retrasando la migración, han pasado los años y seguimos con el puto Exchange en servidor físico que depende íntegramente de nuestra infraestructura... del año en el que Franco era corneta, todo sea dicho.

[Volviendo al presente]

Con razón no entraban correos, voy a llamar al PFY, que hoy le tocaba estar en la oficina.

- ¿Diga?
- Hola, soy ManOwaR, ¿estás en la oficina hoy, verdad?
- Ehm... bueno, sí.
- No te veo muy seguro, ¿estás o no estás?
- He salido a dar una vuelta, ¡es que es un coñazo estar ahí yo solo! Pero tranquilo que tengo el correo en el móvil y si pasa algo en seguida me entero.
- Excepto si se peta el correo, ¡cenutrio!
- No jodas, ¿se ha petado el correo?
- Es justo lo que te estoy diciendo. ¿Cuánto tardas en llegar a la oficina?
- Pues no sé, ¿una hora?
- Vamos, que estabas en tu casa jugando a la Play, ¿verdad?
- No no, te lo juro.
- Hmmmyap. Tira para la oficina y llámame cuando llegues.
Clac.

Telita con las nuevas generaciones. En fin, tengo como una hora para ver qué cojones ha pasado, así que manos a la obra. Tras las primeras comprobaciones, veo que el servidor está levantado y que responde perfectamente, así que accedo en remoto y verifico que todos los servicios están arriba y que, en teoría, debería funcionar correctamente; incluso compruebo que la licencia de Exchange esté en regla y activada, que los de M$ tienden a chaparte el chiringuito sin ni siquiera avisar cuando esto caduca. No hay alarmas de ningún tipo y en ninguna parte, pero las lucecitas tomateras dicen que ni entran ni salen los correos.

Compruebo el registro de sistema y veo que ese mismo día por la mañana el servidor se reinició. Dos veces. Y que se instalaron un montón de actualizaciones, incluyendo una del propio ecosistema Exchange. Accedo a la interfaz de éste y lo primero que me salta es un asistente de estos tan molones de M$ instándome a migrar todos los datos a la nueva versión: vaya, lo que deberíamos de haber hecho hace dos años y pico pero el $Boss dio la orden de paralizar porque no quería quedarse sin correo.

Así pues, lo primero que hago es tirar por la calle de en medio y lanzar una restauración completa del servidor, tirando de los famosos backups. Por fortuna me permite hacerlo a la primera y sin problemas, y solo tardará unos 40 minutos (es la parte buena de tener un servidor bastante decente en el que solo tienes un Exchange, que no tiene carga de ningún tipo para otros quehaceres).

¡Piiiii! ¡Pipiriripipí! ¡Pipiriripipí! ¡Niiiinoooo niiiiinooooo!

- ¿Ya estás en la oficina?
- Sí, acabo de llegar, ¿qué hago?
- Dime una cosa... ¿tú has actualizado el servidor de Exchange por algún casual?
- Ehm... no.
- ¿No? ¿Y no lo has reiniciado esta mañana a las 12:17 y luego otra vez a las 12:36?
- ¡Ah sí!- claro, ahora que es evidente que te he pillado sí, ¿verdad?
- ¿Y cómo se te ocurre?
- Pues es que estaba aburrido, así que me puse a currar un poco, por optimizar y eso, así que instalé los parches de seguridad que había pendientes para que todo fuera mejor.
- Hmmmyap. Y lo dejaste instalando y te fuiste a "dar una vuelta", ¿verdad?
- Pues sí, es que ponía que iba a tardar.
- ¿Y no te das cuenta de que has dejado a todo el mundo sin correo mientras tanto? ¿Y que ese servidor, el único físico que tenemos, no se debe actualizar por un motivo muy concreto que te expliqué desde el primer día? ¿Y...?- me entra otra llamada.- Oye, te pongo en espera, que tengo otra llamada.

- ¿Diga?
- ManOwaR, ¿qué pasa con el correo? No recibo nada desde hace horas, seguro que algo pasa.
- Buenos días $Boss.
- Sí, buenas, buenas, ¿miras a ver qué pasa o qué?
- Pues mire, resulta que el PFY está con ello justo ahora, le transfiero la llamada y ya él le cuenta.
Clac.

Tiene cojones el carro leña. Al final este PFY va a conseguir que tenga que volver a trabajar en la oficina. O el $Boss, por no querer estar completamente en la nube. En fin... con lo a gustito que estaba yo tomándome el café después de comer y ni ese ratito me dejan tranquilo...

miércoles, 23 de febrero de 2022

¿Retomar el blog?

Hola a todos y todas los que, desde hace bastante tiempo, me seguís y estáis atentos a nuevas publicaciones. Este post en mi antiguo blog no es una nueva historia, sino una especie de carta en la que pretendo sincerarme con vosotros, los que me seguís, porque aunque seáis 2 o 3 creo que os lo debo.

Como seguramente os hayáis dado cuenta llevo mucho, muchísimo sin escribir nuevas historias, hasta el punto de que abandoné la web que tenía hasta ahora y he pasado las entradas a este blog, el antiguo y donde empecé, ya que no tenía sentido seguir pagando un dominio y molestando a vfmBOFH con el hosting para una web que estaba abandonada.

El tema es el siguiente: después de 17 años dedicados a la profesión de informático y en los que, empezando desde lo más bajo (operador de helpdesk en una cárnica) logré forjarme una muy buena trayectoria profesional y ser bastante valorado en mi entorno, me vencieron. Sí, perdí. Y perdí hasta el punto en el que tomé la decisión de cambiar radicalmente de profesión porque, de lo contrario, la cosa iba a terminar realmente muy mal para mi.

Esta situación dio comienzo en el año 2018, ya ni recuerdo a qué altura, con la llegada a la empresa en la que trabajaba desde hacía años de un nuevo director financiero y de recursos humanos. Esa persona, por supuesto amigo del CEO, se convirtió inmediatamente en su mano derecha, la ejecutora. Y, por algún motivo (el EVIDENTE motivo de que tenía un amigo informático), la tomó conmigo y me vi envuelto en un flagrante caso de acoso laboral durante aproximadamente 9 meses.

Durante ese tiempo, todas y cada una de mis decisiones y acciones eran puestas en tela de juicio, hasta el punto de que se me exigía realizar un informe, con comparativas, pros y contras de cada una de las piezas, para realizar la compra de un nuevo PC para un usuario. Y lo mejor es que luego la decisión no la tomaba el informático que es el que se supone que sabe del tema, sino el director financiero basándose en... en lo que le salía de los cojones, porque luego la respuesta siempre era negativa para que tuviera que hacer otro informe.

Este es solo un ejemplo (y ni mucho menos el más grave o denigrante) de la situación que me tocó vivir, y que dio como resultado que me sumiera en una profunda depresión en la que tuve que plantearme qué iba a ser de mi vida profesional, porque ya pensaba que tras 17 años de experiencia no sabía nada, y todo lo que había hecho o conseguido no había servido para nada.

Y, esencialmente, ese ha sido el principal motivo por el que abandoné completamente el blog (por si os lo preguntáis, al día siguiente de abandonar la empresa entró el amiguete del director financiero, por supuesto).

Afortunadamente, y cuando estaba en una situación en la que ya no podía más, un buen amigo me llamó ofreciéndome trabajar en su empresa, en una profesión que, si bien tiene que ver con la informática, no tiene nada que ver con ser informático en realidad. Por supuesto, dado que lo que me ofrecían era un trabajo que yo estaba seguro de dominar perfectamente, y dada la situación en la que me encontraba, no lo dudé ni un segundo y acepté incluso aunque de entrada iba a cobrar bastante menos de lo que cobraba.

Así, tal y como decía antes, tras 17 años trabajando de informático he cambiado radicalmente de profesión, y la verdad es que llevo ya unos 3 años en esta otra empresa y estoy la mar de bien, no me arrepiento para nada de haber abandonado la informática. Además, salí de esa situación de depresión en poco tiempo, lo cual me dejó claro y logré entender por fin qué es lo que, anímicamente, me estaba pasando.

Ahora la pregunta que me planteo es: ¿debería retomar el blog? Hasta ahora, y aunque la gran mayoría de las historias que os he contado son completamente inventadas, todas ellas están como poco basadas en situaciones que me ha tocado vivir, o en ideas que se me ocurrieron al suceder algo en mi entorno profesional. Pero claro, mi actual trabajo ya no tiene que ver con sistemas o con IT en general, así que si escribo algo ya sí que sería 100% inventado sin ni siquiera basarme en nada: solo en mi imaginación.

En fin, me lo pensaré y ya veré qué hago, pero desde luego de hacerlo lo haré aquí, no voy a complicarme ya más la vida.

Huchita, destructor de empresas

En la última entrada os hablé de un luser avanzado que no merecía ni seudónimo… me equivocaba, sí que lo merece. Hoy os voy a hablar de este personaje, llamado Huchita, y de cómo la altanería de un CEO y su puta manía de contratar a sus amiguetes puede llegar al extremo de destruir una empresa.

Vamos a ponernos en situación: el CEO de la empresa es el típico que no se fía de nadie. Él es mejor en todos los puestos de trabajo que cualquiera de los trabajadores: es mejor gestor de proyectos, es mejor comercial, es mejor ingeniero, y por supuesto es mejor informático. Y es de los que piensa que si no está encima de sus trabajadores todo el día, éstos se tocan los huevos. Porque debe pensar que contrata párvulos en lugar de profesionales, no sé.

El caso es que llegó a su límite: estuvo tres meses sin venir a la oficina -aunque ya venía poco de por sí- porque estuvo ingresado con problemas de salud. Así que tomó la decisión de delegar, por fin, y dedicarse a hacer su trabajo: ser el CEO de la empresa. Todo bien, ¿no? No.

No porque claro,  ¿en quién iba a delegar el trabajo? Pues en alguien de confianza, y para ello lo que hizo fue contratar a su gran amigo del alma, Huchita, este luser avanzado del que ya os hablé en la anterior entrada. Es un ser de unos 140 Kg, siempre vestido con zapatos, pantalones de talla inimaginable y camisa carísima que siempre termina saliéndosele por detrás. Siempre con el llavero de su Mercedes asomando por el bolsillo para que se vea que su status social es superior al de los demás. Y, yo supongo que siguiendo las órdenes del CEO, con una actitud de cacique y papanatas (para los de la LOGSE: metomentodo) llevada al extremo.

Por ejemplo, logró convertir una oficina con ambiente jovial y distendido en Auschwitz, con todos los trabajadores, veinteañeros y treintañeros en su grandísima mayoría, agachados en silencio sobre su teclado. Vamos que faltaba ver a Huchita agitando una regla para atizarle al primero que se moviera. Puso carteles de una monja (UNA PUTA MONJA) pidiendo silencio en algunas paredes. Puso una hucha de un cerdito para echar un euro cada vez que se dijera un taco o se levantara la voz. En fin, una serie de catastróficas decisiones que terminaron por minar la moral a todo el mundo. Que, por mucho que yo los llame lusers, en esa empresa hay gente muy buena y muy válida. Los mejores en su campo en algunos casos, me atrevo a decir y sin miedo a equivocarme.

El caso es que este tipo parece que se propuso tocarme los huevos todo lo que podía y bajo cualquier circunstancia, hasta que me hizo pensar que estaba buscando el que me pirara para meter a algún colega suyo. De verdad os lo digo. Así, estuve unos 7 meses sufriendo un acoso laboral constante, pero constante hasta el punto de que no se cansaba de darse contra una pared y que le salieran los tiros por la culata cada vez que intentaba pillarme en algo (SPOILER: jamás lo consiguió, por fortuna yo SÍ que soy un profesional), que él erre que erre con una testarudez digna de los enanos de Moria.

Hasta que, al final, un día se me hincharon los huevos. Todos trabajamos a cambio de dinero, que nadie os engañe, y por mucho que te guste tu trabajo o que estés a gusto o a disgusto, trabajas por dinero. Pero lo que no es asumible es estar meses con una mosca cojonera persiguiéndote y cuestionando todo lo que haces. Ejemplo: llegó la hora de renovar los PCs de los lusers. Eran NUC de 5 años y ya se arrastraban. Así que preparé un documento de 7 páginas con todo al milímetro, donde detallaba el por qué de cada elección de componentes en base al tipo de usuario, las aplicaciones que usa, etc., e incluso qué se iba a hacer con los equipos que jubilábamos. Un trabajo, y no es por echarme flores, de 10 sobre 10. Bueno, pues llegó Huchita y se puso a cuestionarme la elección del procesador… y ya se encendió la mecha.

Al día siguiente le escribí un email al $boss (porque pillarle en la oficina en persona era misión imposible) contándole cómo estaba la insostenible situación, a lo que me respondió que tomaba eso como mi carta de renuncia, lo cual confirmó mi sospecha de que estaban buscando que me pirara para poder poner a algún amiguete, más manipulable que alguien con criterio propio. Así que, al día siguiente redacté una carta de renuncia con fecha del día anterior y la presenté en RRHH dando los 15 días de rigor.

En esos 15 días todo eran caras largas por parte de los jefes, pero de hecho el CEO no apareció por la oficina hasta el último día, el de mi despedida. Durante esos días yo ayudé en todo lo que estuvo en mi mano, e incluso me vi obligado a darle formación a Huchita porque ni siquiera se molestaron en buscar otro informático. Porque claro, un luser avanzado puede hacer de sobra el trabajo de un BOFH. Y así, llegó el día del final. Me despedí de todo el mundo y me marché. Y oye, al salir por la puerta como que el sol iluminaba más, o esa fue la sensación que tuve en ese momento.

Lógicamente, mi último día fue un viernes y el lunes ya empecé en otro trabajo, pero eso es arena de otro costal que os contaré más adelante.

El caso es, y ahora me permito hacer un inciso, que ya podréis imaginaros qué pasó en los días siguientes. Y os prometo que me fui de buenas y de buena fe, sin dejar nada preparado tras mi partida ni nada parecido, fui totalmente transparente con todo y, como digo, me marché de buenas y dejando unas grandes amistades allí. Pero como dice el gran @vfmbofh…

«Ya podéis tener SysOPs, DevOPs, Agiles, Clouds y todo tipo de smokeware. Aseguraos de que en vuestra IT Cave haya un buen Old School SysAdmin o lloraréis sangre (y dinero) más pronto que tarde.«

Y esto es la cruda realidad, y más en una empresa con tres sedes a nivel internacional y que solo tenía un informático para todas ellas.

Resulta que hace unos días tenía que pasarme por el taller que hay al lado de mi ya antiguo curro, y decidí darle un toque a algunos compañeros para tomar algo cuando salieran de trabajar. Bueno, para empezar, tres de ellos no pudieron venir… habían quedado conmigo pero se tuvieron que quedar porque había un marronazo de tres pares de cojones e imposible salir a tiempo (y encima en viernes). No obstante, con otros dos sí que pude quedar y me estuvieron contando…

Resulta que el servidor de producción para una de las aplicaciones más importantes de la empresa iba muy, muy lento, y los lusers se quejaron. ¿A quién? A Huchita. Y éste dijo «pero si solo es un SQL, eso lo arreglo yo» y claro, ahora ya no hay servidor de producción.

Contrataron a un informático a través de Linkedin, uno de esos de chorrocientos años de experiencia, Agile, Clouds y todo tipo de smokeware. No llegó al segundo día, y tras una llamada por Skype con el CEO recogió sus cosas y se marchó sin decirle adiós a nadie. Ahora, hace poco, ha entrado un amigo del alma de Huchita. Pero amigo hasta el punto de que se supone que entra a las 9:00, llega, deja sus cosas y se marcha con Huchita a desayunar para volver a las 10:30 entre jijí y jajá. Y los lusers sin poder trabajar.

Dejando de lado que el servidor de producción ya no funciona, la VPN tampoco y que el informático que tienen ahora no sabe hacer la O con un canuto, no sé cómo estarán las cosas pero me han hecho pensar que qué bien hice en salir corriendo de allí. Resulta que el CEO está tan cabreado que está «amenazando» con cerrar la empresa y abrir otra nueva en Valencia. No os digo nah.

En fin, ya os iré contando -cuando pueda- mis nuevas andanzas. Pero aquí he cerrado un capítulo muy importante en mi vida y ahora estoy mejor que nunca. Aunque claro, sigue faltándome el tiempo.

El enigma de la sincronización, o por qué nunca debes fiarte de los lusers

Todos sabemos que hay varios tipos de lusers, pero los dos tipos principales son los lusers normales, y los lusers avanzados, siendo estos últimos aquellos que son capaces de pronunciar “de de erre cuatro” sin que les explote el cerebro y que, por ello, piensan que saben de lo que hablan cuando se trata de tecnología y sistemas. Son gente peligrosa, porque generalmente trabajan en puestos de cierta -o mucha- responsabilidad, y como creen que saben, te la intentan liar al menor descuido.

Bien, pues desde hace un tiempo, entró en la empresa uno de estos lusers avanzados. Pero de los de manual, de los que según se presentan te dicen “¡Si yo antes era informático!”, y tú piensas “cómo de malo serías si dejaste la profesión” (cosa que, por otro lado, comprendo perfectamente porque yo mismo me estoy planteando seriamente colgar los bártulos e irme al campo a cavar patatas). O, aunque fuera bueno (o al menos decente), a saber hace cuánto tiempo. Ya sabéis que con estar medio año desconectado de los avances en la industria te has quedado en el Neolítico. En fin, la historia de hoy está basada en ciertos sucesos acontecidos con este luser avanzado, al que ni siquiera merece la pena ponerle seudónimo.

 

Antes de comenzar con la historia, y como escribo en el blog de pascuas a ramos y no recuerdo si ya expliqué esto en alguna ocasión anterior, he de mencionar el hecho de que en el curro tengo configurado por política de dominio los escritorios móviles. En otras palabras, el escritorio y “Mis documentos” y todo su contenido están en un servidor asociados al perfil del usuario, de manera que usen el ordenador que usen, o incluso si se conectan a una máquina virtual, tendrán su escritorio, sus documentos y sus preferencias. Pero como es lógico, todo en esta vida tiene un límite y este sistema no es una excepción. Bueno, no todo: la estupidez humana es ilimitada.

 

– ¡Hola ManOwaR!.- por supuesto, me han colocado al luser avanzado de turno al lado, para que no tenga casi ni que levantarse para venir a dar por culo.
– ¿Qué tripa se te ha roto?
– Oye esto de los escritorios es una mierda. Me he conectado al servidor de la máquina virtual y no tengo mis cosas.- “servidor de la máquina virtual”. Claro. – Me dijiste el primer día que tendría mis documentos.

– Hmmyap. No te referirás a tu máquina virtual, ¿verdad?
– Sí joder, la putamierda esa.- A destacar que tiene el añadido de ser extremadamente malhablado.

– A ver, ¿dónde está el problema? – me levanto y voy a su ordenador.- Si tienes hasta tu fondo de escritorio.

– Pero no están mis documentos.
– Veamos.- clic, clic, accedo a sus documentos, y la carpeta está vacía. Automáticamente me voy a su local y compruebo que ahí también tiene la carpeta vacía.- no es que haya un problema con tus documentos, es que no tienes documentos.

– Pero tú me dijiste que Mis documentos se sincronizaba y lo tendría en cualquier parte.- me masajeo el puente de la nariz. Esto va para largo.

– Y así es. El problema es que tú no has puesto ningún documento en Mis documentos.

– Ah joder, ¡haberlo dicho! Yo tengo mis documentos en una carpeta que me he creado en C.

– Te dije que se sincroniza el Escritorio y Mis documentos. El sistema no puede adivinar que has decidido crearte una carpetita en C para meter ahí tus cosas. Además te advertí de que todo lo que no estuviera en el Escritorio o Mis documentos, no estaría cubierto por copias de seguridad.

– Vale, joder. Entonces tengo que mover toda mi mierda ahí, ¿no?

– Eso es.

– ¿Y ya la tendré sincronizada en cuanto la mueva?

– Al instante.- paso de explicarle que no hay sincronización alguna, que directamente estará trabajando en el servidor.

– Vale, vale, allá que voy.

– Pues ale, arreando.

 

Tonto y confiado de mí, que pensé que el tema había quedado zanjado. Al día siguiente…

 

– ¡ManOwaR!

– ¿Qué has roto ahora?

– Esto de la sincronización es una mierda. No me funciona.

– ¿Qué no te funciona exactamente?

– Pues que ayer estuve haciendo unos documentos en mi casa, y ahora he venido y no los tengo aquí. No está sincronizando.

– Ajam. Y dime una cosa: ¿en qué ordenador estuviste trabajando?

– Joder, te lo acabo de decir: en el mío de mi casa.- Ay, madredelamorhermoso, dame paciencia… Esto es parecido a cuando viene un individuo de otra empresa e intenta hacer inicio de sesión aquí con la cuenta de su otra empresa. Yo paso de explicarlo…

– Es decir, que estuviste trabajando fuera de la empresa en un ordenador que no es de la empresa, sin conexión a la empresa, y pretendes que tus documentos aparezcan aquí por arte de magia, ¿no?.- Nótese mi incidencia en la palabra “empresa”.

– Pues claro, me dijiste que tendría mis documentos en todas partes.

– En todas partes… de la empresa, alma de cántaro.

– Joder, haberlo dicho.- claro, es verdad. Culpa mía por dar por hecho que sabría ir solito al baño. Estoy perdiendo facultades.

– Te lo estoy diciendo ahora.

– ¿Y ahora qué hago? Necesito esos documentos para trabajar.

– ¿Dónde está el ordenador en el que estuviste trabajando?

– En mi casa.

– Pues te vas a tu casa, y me los traes en un pendrive.

– ¿Seguro?

– Eso o le dices a alguien que esté allí dónde están y que te los envíe por email.

– Vale, vale, ya me buscaré la vida.

– Ale, arreando.

 

No, no os hagáis ilusiones, que la cosa no ha terminado. Unas horas más tarde…

 

– ¡ManOwaR! ¡Esto es una mierda! ¡Yo así no puedo trabajar!

– Qué, no te funciona el USB que has traído, ¿verdad?

– ¡Eso es! ¡Me dice acceso denegado!

– Motivo por el que te dije que ME lo trajeras. A mí.

– Pero, ¡el USB es mío!

– Y tu ordenador está en mi dominio, por lo que tiene los USB bloqueados.

– ¿Y eso por qué? Si tengo que estar trayéndome el trabajo de casa en un pendrive necesitaré los USB, ¿no?.- pone cara de superioridad, ante tal evidencia.

– Puedes hacerme una solicitud por escrito pidiendo que te los desbloquee, indicando los motivos por los que lo necesitas, y confirmando que te haces responsable ante cualquier brecha de seguridad y fuga de información como consecuencia de ello.

– ¡Ni de coña! ¿No hay otra alternativa?

– Puedes hacerme una solicitud por escrito pidiendo que te compremos un portátil de empresa y una VPN, indicando los motivos por los que lo necesitas y confirmando que te haces responsable ante cualquier brecha de seguridad y fuga de información como consecuencia de ello.

– Joder macho, cómo eres.- como un robot.

– Alternativamente también puedes darme el USB y decirme dónde quieres que te ponga los documentos.

– Ah, ¿que tú no tienes los USB bloqueados?

– Claro que no.

– ¡Pues voy a quejarme al jefe!

– Estás tardando. De todos modos si yo los tuviera bloqueados no podría sacar todos esos importantes documentos y copiártelos a tu equipo.

– Ah, ¿que también tienes acceso a mis documentos?

– Seh.

– ¡Esto es el coño de la Bernarda macho!

– ¿Te los copio o no? No tengo todo el día.

– Va, cópiamelos, pero esto no va a quedar así.

– Ya sé yo que no, ya lo sé…

 

Creo que a estas alturas de la historia ya sabréis hacia dónde va el final. No, seguramente no lo sepáis y os auguro un final sorprendente de esta conmovedora historia. Y es que, como dije antes, la estupidez humana es ilimitada. Al día siguiente…

 

– ¡ManOwaR! ¡Esto es una mierda! ¡Yo así no puedo trabajar!- es repetitivo el tío…

– Pues nada, vete a tu casa macho…

– ¿Qué?

– Que qué no te funciona ahora…

– La sincronización esta de mierda. No tengo mis archivos.- me levanto y voy a su sitio.

– A ver… – clic, clic. Está en la máquina virtual. Escritorio vacío. Mis documentos vacío. Raro.- ¿dónde has estado guardando tus archivos?

– Aquí, mira.- minimiza su máquina virtual y va a local. Abre la papelera de reciclaje… llena hasta los topes de documentos y carpetas.- ¡aquí en local tengo todo pero en la virtual no hay nada!

– Espera, espera… ¿estás trabajando guardándolo todo en la papelera de reciclaje?- ¡Este tío es un genio!

– Claro, ¿dónde si no? En C me dices que no hay backup, y en el Escritorio y Mis documentos puedes acceder tú. Era la única alternativa.- responde con altanería. Y, aprovechando su despiste, yo hago clic derecho y vaciar papelera de reciclaje.

– Pues qué mala suerte. La papelera está programada para vaciarse automáticamente, y lo has perdido todo.

– ¿CÓMO? ¡Pero si tengo que entregar el informe semanal de ventas hoy!

– Con un poco de suerte lo sigues teniendo en tu USB… o en el PC de tu casa. Corre, ve a mirar a ver…

 

Madre mía, lo que sufrimos las madres…

Historias cortas BOFH: nunca cojas lo que no es tuyo

Sí, lo sé. Llevo mucho tiempo sin escribir. Pero no es novedad. El hecho es que, ya os imaginaréis los que hayáis leído las anteriores entradas, que al volver de nuevo a mi viejo puesto de trabajo, he estado bastante ocupado. Las cosas han cambiado bastante en la oficina y no estoy teniendo tiempo de nada. Pero eso no quita que sigan sucediendo cosas curiosas, graciosas y de echarse las manos a la cabeza, como la historia que hoy vengo a relatar.

 

Cuando trabajas en una oficina a turno partido, tienes que buscarte la vida para comer. Las opciones suelen ser esencialmente 4:

 

1.- No comer.
2.- Ir a un restaurante.
3.- Te traes tu propia comida (tupperware option).
4.- Te acercas a unos ultramarinos o lo que tengas cerca y compras algo en plan bocata, ensalada, etc.

 

Yo, hasta ahora, siempre había sido de la segunda opción, pero llega un momento en el que necesitas empezar a comer mejor, y además a final de mes es una pasta, motivo por el que empecé a hacer una variedad de las opciones 3 y 4 (la opción 1 la hacía cuando estaba en V y no es buena para la salud, creedme).

 

El caso es que en la oficina tenemos en la planta sótano una pequeña cocina, con una barra y banquetas para comer, varios microondas y una nevera, en la que la gente suele guardar su comida para que se mantenga en buen estado hasta la hora de comer. Lo normal. Pero somos muchos los que también guardamos otras cosas, como latas de Monster o derivados, leche para el café, etc. Yo soy uno de esos.

 

Aunque parezca contradictorio (por aquello de ser BOFH, pues bien es sabido que tenemos cafeína en las venas aunque en mi caso proviene de bebidas energéticas), no soy muy cafetero: me tomo mi café con leche y galletas para desayunar por la mañana, y ya. Pero últimamente, y con tanto volumen de estrés y trabajo, me estoy aficionando a bajar a media mañana y hacerme un cafelito, tanto para recobrar algo de energía como para despejar la mente un rato (y para despegarme los huevos de los muslos de tanto estar sentado delante del PC), motivo por el que tengo mis propias cápsulas de café (tenemos una cafetera común de esas de capsulitas) y mis propios bricks de leche.

Resulta que en las últimas semanas me he dado cuenta de que mi brick de leche se gasta a un ritmo que no corresponde con el número de cafés que yo tomo. A mí, personalmente, no me importa si algún compañero se echa leche de mi brick porque en ese momento no tiene, o lo que sea, pero el ritmo al que se gasta últimamente me da a entender que hay varios compañeros muy adictos al café utilizándolo como si fuera suyo en plan mesudalapolla: un brick de un litro apenas dura un día.

 

En la oficina, desde que me marchara, hay mucha gente nueva. Mucha, de verdad. Algunos se han ido y han puesto a otros en su lugar, y han metido a tantas personas como mesas hay disponibles, e incluso han habilitado sitios que antes eran almacén para poner más puestos de trabajo. Desde luego, parece que a la empresa no le van mal las cosas, y eso que estaban en crisis, pero ese no es el caso. A lo que voy, es que hay mucha gente que yo no conocía, y queda muy poca que pudiera tener la confianza suficiente conmigo como para tomar prestada la leche. Simplemente, algunos parece que tienen mucho morro y cara dura.

 

Claro, como no conozco bien a la mayoría de lusers, lancé la pregunta al aire en lugar de tomar medidas directamente.

 

– ¿Alguien está usando un brick de leche de marca X que está en la nevera?

Silencio absoluto y sepulcral. Hasta pararon de teclear, pero nadie levantó la patita. Vale, no pasa nada. Seré buena persona, y lo que haré a partir de ahora será ponerle mi nombre con indeleble al brick de los cojones. Con letras gigantes para no dar lugar a la confusión.

 

Estuve así tres días y el brick seguía bajando a la misma velocidad, así que esa medida no surtió ningún efecto. Bueno, pues nada, llegó la hora de pasar a tomar medidas de verdad.

 

Me acerqué al C4 Express de siempre, y compré un nuevo brick de leche, en este caso de una marca conocida de supuesta gama alta, en lugar de la de marca blanca que solía adquirir. Si la voy a liar, que sea con productos de buena calidad. Luego fui a la farmacia que hay cerca del curro, y compré un compuesto derivado del polietilenglicol, de buena marca eso sí, por el mismo motivo. Volví al trabajo, me preparé un café con el nuevo brick de leche, y mientras lo degustaba escrubí con letras gigantes “PELIGRO, NO BEBER”, cerciorándome que todos los de mi alrededor me vieran hacerlo. Esperé a que se quedara vacía la cocina y eché el compuesto de polietilenglicol dentro del brick, no sin antes leer el prospecto y consultar en internet sobre la dosis más efectiva que no fuera dañina, en proporción a la cantidad de líquido. Pretendo darle una lección a alguien, pero no provocar una desgracia.

 

Y ahora, a esperar. Aunque no tuve que esperar demasiado. Puesto que pocos minutos después de terminar la hora de la comida, comenzó un curioso desfile hacia el baño. Primero una chica, y tardaba en salir así que la siguiente que quiso entrar, tuvo que esperar. Por suerte o por desgracia solo hay un único baño en la planta de la oficina, así que unos cinco minutos después había una cola de dos compañeras más en la puerta del baño, todas bastante pálidas y que se movían de forma nerviosa. Una de ellas no aguantaba más, y decidió bajar al baño del bar, pero algo debió de sucederle en los intestinos que se paró de golpe bajando la escalera, no sin antes soltar un grito de agonía.

 

Podéis imaginaros lo que le había sucedido (ni los sándwiches de cangrejo funcionan mejor).

 

Finalmente, todas las compañeras pudieron evacuar de una u otra manera. Yo bajé a la cocina a ver el estado del brick. No solo estaba vacío, sino que se habían molestado en aplastarlo y tirarlo a la basura. Con sus dos cojonacos, se lo terminaron, y solo 3 horas después de comprarlo. Al volver a subir, comentaban que quizás es que habían comido algo en mal estado, y poniendo mi mejor cara de absoluta preocupación, pregunté:

 

– Oye, ¿no os habréis bebido vosotras el brick de leche que había en la nevera con el cartel gigante de “PELIGRO, NO BEBER”, ¿verdad?
– Bueno, sí que nos echamos un poquito en el café… – claro, un poquito es terminarte un brick de litro con 3 cafés, ¿eh?
– Es decir, que además de mentir y robar, ni siquiera sabéis leer, ¿verdad? ¿sabéis lo que habéis bebido?
– Leche… sabía bien…- responde otra de ellas.
– Ni parecido. Os recomiendo ir ahora mismo a urgencias a que os hagan un lavado de estómago. – las tres ponen cara de preocupación. – decidles que habéis bebido un compuesto de glúcidos, materia grasa y proteínas con polietilenglicol, y les contáis todos los síntomas.

 

Se me quedan mirando las tres, nuevamente con la palidez retornada a sus rostros, y los ojos como platos.

 

– ¡RÁPIDO!

 

Creo que estas no vuelven a coger nada que no sea suyo en la vida, MWAHAHAHAHAHA!

Nada hay bajo el sol que no tenga solución: algunas cosas SIEMPRE están en la sombra

Al día siguiente, tal y como acordé con Dementor, al salir de BDB fui para mi antigua -o nueva, según se mire- empresa. Claro, cuando llegué no estaba ni el conserje, pero mi querido Dementor me estaba esperando como agua de mayo.

Después de hacerme la bisagra como si no hubiera un mañana, firmar el precontrato de rigor y agradecer enormemente el esfuerzo por haber venido, me puse manos a la obra…

 

– Venga, enséñame esas cosas súper críticas que no podían esperar.
– Pues es que no funciona nada, estamos totalmente parados. Estamos guardando toda la información en discos duros USB porque no funciona el servidor.
– Vamos al CPD a ver.

 

Pitidos y luces rojas. Muchas, de todos los tonos y tonalidades. Básicamente habían cascado nada menos que tres discos de la cabina que sostiene la infraestructura de máquinas virtuales de la empresa. TRES putos discos. El sistema está bien pensado, con un RAID 5 + hot spare y dos cabinas para tener redundancia. Entonces, ¿cómo ha podido cascar con tres discos? Normalmente, cuando muere el primero, salta el hot spare, hace el rebuild automáticamente y aquí no ha pasado nada. La cabina se queja para que le metas otro hot spare y a correr. Si casca un segundo disco antes de renovar el hot spare tampoco pasa nada, el RAID se degrada pero no se pierde ningún dato. Cuando casca un tercer disco sin que nadie mueva un puto dedo, vienen los problemas porque la cabina se pone en modo de solo lectura. Y todo esto con la segunda cabina idéntica a la primera haciendo redundancia.

 

¿Dónde está el problema entonces? Lo encontré rápidamente: la segunda cabina estaba encendida pero desconectada de la primera. Así, sin más.

 

– Oye… ¿quién ha metido la zarpa aquí?
– Pues inicialmente Pintao y yo, pero no entendíamos nada así que llamamos al cuñado de Pintao, que es ingeniero de sistemas.
– Hmmmyap, eso lo explica todo. HIGINIERO de los que vienen en corbata, ¿verdad?
– Pues sí, pero, ¿qué tiene eso que ver?
– Nada, cosas mías. Enchufo la segunda cabina a la primera. Me acerco al armario y saco dos discos que tengo «porsiaca» (menos mal que nadie tocó el armario) y cambio los dos pertenecientes al RAID. Me falta el hot spare, pero para ir tirando me vale.

 

Cesan los pitidos, y ahora solo hay una luz roja.

 

– ¿Y ya está?- dice Dementor sorprendido y sonriente.
– Nada más lejos. Vamos arriba a averiguar qué hemos perdido.

 

En el piso de arriba encuentro con que mi despacho ha sido okupado. Hay un montón de enseres personales sobre la mesa y montañas de papeles. Bueno, ya solucionaré esto. Me pongo en el equipo, que sí es el que tenía yo, y entro con mi usuario… ni siquiera habían dado de baja mi usuario de la empresa, maravilloso.

 

Compruebo que la cabina ya está rehaciendo el RAID y que la segunda está dando servicio con normalidad. Balanceo carga y restauro las conexiones a las LUN de los servidores virtuales. Veo que todo está enlazando correctamente, así que paso a comprobar el estado de los servicios y servidores. Todo más o menos bien… uno de los DCs está desincronizado con los otros dos pero está sincronizando ya, el servidor de archivos ha arrancado bien y enlazado a su cabina de discos, así que podemos pasar a la siguiente fase.

 

Le pregunto a Dementor que quién tiene discos duros USB con datos, y me responde que compraron 20 discos de 1 TB. Qué maravilla. Voy puesto por puesto recopilando todos y cada uno de los discos, los voy enchufando en mi equipo y pasando los datos al servidor a sus correspondientes directorios (según mi criterio). En unas horas todo parece estar activo y funcionando.

 

– Bueno, pues ahora sí que ya está. Al menos para ir tirando.
– ¡Qué bien! ¡Muchas gracias! De menuda nos has salvado, estábamos ya en una situación insostenible.
– Puedo imaginármelo. Bueno, voy a pedir unos cuantos discos de reemplazo, los de porsiaca y otro para sustituir el hot spare que sigue estropeado.
– Sí, vale, lo que necesites.- los voy pidiendo.
– Con esto y un bizcocho, nos vemos en un par de semanas, tal y como hemos acordado. Por cierto, quiero recuperar mi despacho.
– Bueno, eso… ya veremos dónde te podemos ubicar.
– En mi despacho, te digo.
– Es que ahora hay otra persona ahí…
– Pues vale, me da bastante igual. Pero el ordenador me lo llevo, paso de tener que reconfigurar otro con mis cosas.
– Vale, bueno… gracias ManOwaR.

 

Al día siguiente, reventado por el curro extra del día anterior (pero como estuve 4 horas, con 400 pepinos muy ricos en nómina como bonus) me personé en mi puesto de trabajo en BDB como si no hubiera pasado nada. Estuve redactando una carta de renuncia, pero finalmente me lo pensé mejor. Era una jugada arriesgada, pero visto el comportamiento del señor Martínez en los últimos días, mi instinto de BOFH me instó a asumir el riesgo.

 

Y, precisamente, ese día sí que estaba el señor Martínez en la oficina (le vi conectado en la herramienta de chat empresarial, y lo corroboré cuando vi que su equipo estaba encendido). Antes de nada, llamé a RRHH para pedir que me enviaran por email una copia de mi contrato, y al mismo tiempo saqué la copia del contrato que yo tenía en mi correo personal. Previa comprobación de que ambas versiones eran diferentes (y que en la que me envió RRHH la categoría y salario eran diferentes a las de la versión que yo tenía), las imprimí y las metí en carpetitas clasificadoras supermegabusinesspro por separado.

 

Hecho esto, fui para arriba a hablar con él. Al llegar a su despacho y llamar a la puerta, pude ver cómo se hacía el sueco como si no hubiera escuchado nada, pero aun así entré.

 

– Hola, buenos días. – saludo en tono serio.
– Ahora mismo no puedo atenderte, estoy ocupado. – responde sin levantar la vista de su pantalla y hace que teclea como un loco. Yo hago caso omiso y me siento en una de las sillas en frente de su mesa.
– Vengo a hablar con usted sobre mi contrato.
– Te repito que ahora no puedo atenderte, estoy muy ocupado. – me echo hacia delante en la silla para ver su monitor. Una gota de sudor estilo Manga se asoma por la sien del señor Martínez. Está en Outlook tecleando en ninguna parte. Me recuesto de nuevo en la silla para ver la parte de debajo de la mesa, y con el pie pulso el botón de apagado de la fuente de alimentación de su equipo.
– Vaya, qué mala suerte. Bueno, ahora seguro que tiene unos minutos para atenderme hasta que alguien venga a arreglar su ordenador. – respondo manteniendo el tono serio. El señor Martínez suspira, cierra los ojos y comienza a masajearse el puente de la nariz.
– Cobarde.
– ¿Cómo? – responde sorprendido (al menos así lo indicaban sus ojos, abiertos como platos).
– Que es usted un cobarde. Me han contratado para un puesto, pero por algún motivo usted ha decidido hacerme la cama, poner a otra persona en mi lugar, y a mi degradarme modificando un contrato que ya estaba firmado, algo que es completamente ilegal, y después no para de rehuir de mi.
– No, no, lo que tú firmaste es lo que hay.
– ¿De verdad? – respondo mientras le acerco los dos archivadores con los dos contratos. – en estos documentos encontrará, por una parte, el contrato que ustedes me ofrecieron en primera instancia y que está datado con fecha y hora en mi correo electrónico personal, prueba vinculante y válida ante cualquier juzgado. – pongo especial énfasis en la palabra juzgado, con la expresión más seria que soy capaz de acuñar, para que vea que estoy dispuesto a llegar hasta donde haga falta. – y en el otro archivador encontrará el contrato que RRHH tiene en su poder, un contrato legal, oficial y vinculante modificado después de la firma de manera totalmente chapucera. No hará falta que venga el CSI para comprobar esto último.

 

En este punto, el señor Martínez se queda congelado. No estira el brazo para coger los documentos que le estoy acercando, así que los lanzo sobre su teclado.

 

– ¿No dice nada? De acuerdo, entonces voy a hablar yo. Por esto que acaban de hacer se les puede caer el pelo, hablamos de un delito muy grave que puede conllevar una multa millonaria para la empresa y cárcel para el responsable o los responsables. ¿Entiende lo que le estoy explicando? – Martínez se estira y se pone serio.
– No puedes demostrar nada.
– Oh, por supuesto que puedo demostrarlo todo, de lo contrario no estaría aquí.
– ¿Qué es lo que quieres?
– Un despido improcedente, reconocido y con efecto inmediato. Vaya usted a recursos humanos y haga su mejor papel poniéndose como un basilisco para decirles que estoy despedido y que me voy a la puta calle hoy mismo si quiere. Adicionalmente a esto, prepararán la documentación legal necesaria inmediatamente para hacerlo efectivo y legal. Me pagarán la indemnización que me corresponda, mas el finiquito, mas la parte de mi sueldo que no me pagaron el mes pasado, y un bonus adicional equivalente al sueldo de este mes por las molestias. Es perfectamente legal si empresa y trabajador lo pactan, en RRHH se lo explicarán.

 

El señor Martínez se queda pensativo un par de minutos. Yo cruzo los brazos y me quedo expectante pacientemente esperando a su reacción. Sin mediar palabra, el personaje se levanta y va directo a RRHH dando voces. Yo, satisfecho con el resultado, bajo al zulo de los BOFH a hacer una última cosa antes de marcharme.

 

Amén de eliminar cualquier dato sobre mí en el equipo, y antes de despedirme amablemente de mis compañeros, redacto un correo electrónico dirigido al CEO de la empresa y la directora de RRHH explicando la situación con todo lujo de detalles y apuntando en todo momento al señor Martínez como único culpable de lo acontecido. Pocos minutos después, recibo una llamada de RRHH para que suba. Me explican que la empresa ha tomado la decisión de prescindir de mis servicios, que reconocen que el despido es improcedente, y que lo sienten mucho.

 

Y yo, para mi casa. Ahora tengo dos semanas libres antes de reincorporarme en mi antigua (nueva) empresa que me van a venir muy bien para descansar y aclararme las ideas, porque en el poco tiempo que estuve ya vi algunas cosas que no me gustaron nada, y a pesar de que las cosas están muy claras con $Dementor, no las tengo yo todas conmigo y estoy seguro de que no voy a salirme con la mía sin luchar.